Lo novedoso de este trabajo es que la actividad que tenía lugar en la corteza cerebral de la primera rata, denominada codificadora, cuando presiona una palanca se recoge electrónicamente y se transmite por internet al cerebro de la segunda, la descodificadora, situada en Brasil. Y curiosamente, este roedor supo interpretar los impulsos eléctricos que llegaban a su corteza cerebral a través de unos microelectrodos del grosor de la centésima parte de un cabello y reproducir el comportamiento de la primera rata, a la que no veía. Es decir, logró presionar la palanca adecuada para obtener la recompensa guiada únicamente por la información que la llegaba procedente del cerebro de la rata de Carolina del Norte, ya que ella no recibía ninguna pista en forma de luz.
Para Juan Lerma, presidente de la Sociedad Española de Neurociencia y director del instituto de Neurociencia de Alicante, el trabajo ahora presentado era un paso previsible, pero que nadie había llevado a cabo hasta ahora: “La conexión de cerebro a una máquina es algo ya real, y con la actividad cerebral se controlan brazos robóticos y sillas de rueda. Eso quiere decir que el cerebro envía señales específicas que el ordenador sabe entender por las instrucciones previas que se le dan. En este trabajo conectan dos cerebros mediante un ordenador que filtra, ordena y hace las señales más inteligibles para el otro cerebro, es decir, las convierte en impulsos eléctricos que la rata decodificadora entiende. Cuando un grupo de neuronas en la rata que manda la señal se activa, se transmite a la otra rata en forma de pulsos eléctricos”. No es que el pensamiento se transmita, aclara Lerma, sino que el cerebro de la segunda rata recibe una serie de estímulos eléctricos que se traducen en un determinado comportamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario